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(Ojalá hagamos todo lo que nos quedó pendiente) – Árida Mar

    Ojalá hagamos todo lo que se nos quedó pendiente, porque la vida no tiene límites para las pendientes y lo pendiente. Y toda una vida puede ser una vida aunque esa fracción de tiempo sean sólo unos meses, no hay límites. El tiempo tampoco lo tiene: registra, como en un archivo atemporal, lo pendiente y lo inpendiente de nuestras existencias, las pendientes, las montañas rusas, pero el tiempo sigue su curso. Al tiempo en realidad nosotros le importamos poco. Vivir en la inpendiente, en la ingravidez del equilibrio y el desequilibrio sí es una constante, y esa constancia se torna (se puede tornar) en una manera de vivir; a ciertas alturas de la existencia podríamos denominar como inadecuadamente adecuado para no caer en lo que intuimos que no queremos caer. Para saltar siempre. Para no llegar jamás a la cima porque sabemos que después de la cima lo único que queda es el hundimiento.

    Esta historia que nos cuenta Árida Mar es una historia de fragilidad poderosa, una historia en la que es imposible no exponernos a nuestro propio espejo. Sólo una frase: ojalá hagamos todo lo que se nos quedó pendiente. Una frase eterna, que no sólo sirve para el momento que la decimos, que sirve para todos los momentos, en cualquier tiempo, en cualquier punto de nuestra existencia. Al tiempo nosotros le importamos poco pero él sí nos importa a nosotros. Esta historia es frágil como todas las historias, pero es fuerte, es poderosa, con el miedo del poder y la fuerza de la fragilidad. Es la historia de una mujer, el tiempo, el relato de una mujer que ha entrado en una fase de la vida que al contrario de lo que nos han repetido siempre, es quizá la más interesante de nuestro tránsito, porque somos conscientes y seguimos siendo inconscientes al mismo tiempo. Frágiles y poderosas. Áridos y suaves, como el acertado alias (el alias exacto) que Marianela ha elegido para que la represente por ella misma: un mar suave y dulce en una aridez que no se le supone, pero que existe.

    Ha sido muy rápido el proceso de trabajo con ella porque los procesos artísticos no son funcionales, son de vida. Toda una vida. Una historia sencilla plasmada en dos fotografías y dos poemas que nos lo cuenta todo, nos cuenta a nosotras y nosotros. Cuenta el mundo. Rubén Barroso